¿Sabías que el pararrayos fue inventado por Benjamin Franklyn en el Siglo XVIII?
Conocido como «El Primer Estadounidense» («The First American») por su temprana e infatigable campaña por la unidad colonial, inicialmente como autor y portavoz, Benjamin Franklyn fue también uno de los primeros protagonistas de esta sección de iElektro en la que, cada semana, tratamos de acercar datos curiosos sobre todo aquello relacionado con la electricidad y el sector eléctrico.
Si aquel día comentábamos cómo uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos, fue la primera persona en demostrar que los rayos eran una forma de energía eléctrica, en esta ocasión continuamos hablando sobre su trabajo tanto con la electricidad como con este fenómeno natural para exponer que Benjamin Franklyn es considerado como el inventor del primer pararrayos.
Benjamin Franklin y la invención del pararrayos
Con el objetivo de su investigación centrado en los fenómenos eléctricos desde 1747, llegó a enunciar el Principio de conservación de la electricidad en su obra más destacada Experimentos y observaciones sobre electricidad.
Como comentamos hace unas semanas: «su experimento más destacado, y que forma ya parte del imaginario colectivo, lo llevaría a cabo en Francia en 1752. Para realizar el mismo, ató una cometa con esqueleto de metal a un hilo de seda, en cuyo extremo llevaba una llave también metálica.«
«Tras hacerla volar un día de tormenta, confirmó que la llave se cargaba de electricidad, y demostró así que las nubes están cargadas de electricidad y los rayos son descargas eléctricas.«
Este experimento trajo consigo no solo una gran enseñanza, sino que planteó un sin fin de posibilidades, siendo la más evidente el desarrollo de una manera de desviar deliberadamente los rayos eléctricos, canalizándolos a través de algún tipo de hilo conductor de esta energía para mandarlos así a tierra.
Este invento no solo significaría un gran avance a la hora de ampliar nuestro conocimiento sobre la energía eléctrica, sino también en materia de seguridad.
Apenas un año después del diseño y desarrollo del invento que pasarçia a ser denominado «pararrayos», comenzaron a instalarse barras metálicas con la punta de cobre o platino en los tejados de todo Estados Unidos, y muy pronto en el resto del mundo. El principio es sencillo: el rayo golpeaba la barra metálica y esta seguía por una línea de conducción hasta ser absorbida por un disipador que la neutralizaba en la tierra.
Algún tiempo más tarde, otro de los protagonista habituales de esta sección, Nikola Tesla, perfeccionará el invento hasta alcanzar un diseño que apenas ha cambiado desde aquel primera idea de Benjamin Franklyn en el Siglo XVIII.